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Aquella noche te llamó por teléfono.
- Me gustaría hablar contigo – te dijo.
- ¿ que sucede? ¿Ha pasado algo? -
- Hay una historia que quisiera contarte-
- Todos tenemos una ¿porque no se la cuentas a Pascal?
- Es que quiero contártela a ti, y tiene que ver con él.
Te quedaste en silencio unos segundos pensaste que algo pasaba en la tierra, o en los cielos, que la sensación de caza había pasado por el océano tendido y quizá Zoé quería hablarte del mar o las curanderas de Huautla, tal vez necesitaba dinero, el orden de posibilidades era infinita pero te sentías alerta, nervioso, con la lengua ardiendo en sal.
Recordaste a Pascal alguna vez de fiesta en Sth. Johstone años atrás, donde unos amigos de ustedes terminaban peleando por la misma mujer, recordaste que esa vez tomaron algo de licor barato y espiabas las piernas de las cantineras con tus pequeñas pupilas, salieron ebrios burlándose de los lugares comunes de amigos enfrentados por un par de nalgas como solían decir ustedes en la confianza de las puertas de la cantina La Garlopa, recordaste que anduvieron por los muelles y hablaron con la humedad y la sed hasta que entró el día por la costa del oriente hasta sus manos.
Todavía Zóe no aparecía en sus vidas.
En esos segundos pudiste escuchar el corazón de Zoé al otro lado de la línea, y había algo de música de Tom Waits en el ambiente, te imaginabas podía estar hablándote desde la oscuridad o desde el balcón donde vivía con Pascal desde hace un tiempo y desde el cual podían verse las luces azules de un puente que rompía las olas a lo lejos.
- Anda, ven, te necesito, te tomara unos minutos venir hasta aquí, te espero, ven.
- ¿ a que historia te refieres? – dijiste, pero ya había colgado.
Zoé era una de esas mujeres que no fuerzan las puertas, aparecen de pronto rojas entre paneles oscuros y puede hacer fuego o hielo como un personaje de comic y ojos hentai. Estabas seguro que esas cualidades ni ella las sabía, no era consciente del todo de su peligro, su veneno, el frágil aguamiel que derramaba al caminar desde su ingenuidad de tierra, porque Zoé era dulce y era niña, tenía los tobillos blancos y parecía siempre invitarte a dar el paso siguiente para desorientarte, sabia enfilar la confianza con el brillo de su escote y sus palabras casi pequeñas, diminutivas, necesitada desde la inocencia, desde el amor, desde los cambios de clima. Funcionaba con un hilo secreto que te ponía la cara caliente de vergüenza o deseo antes del zarpazo.
Zoé había hecho de Pascal un mejor hombre. Llevaba dos años con él y desde que ella llegó la amistad entre ustedes había dado un giro, Pascal la celaba en lo impune y cuando había reuniones de amigos y podías hacer contacto con ella desde una indiferencia que tu considerabas delirante, ella en esas pausas te hacia saber de su vida y de sus miedos en pequeñas dosis.
Pascal siempre te habló de ella enamorado, con ese tono que entre hombres sabías que era para que tu siempre la miraras como detrás de un vidrio, para que nunca – como hoy- la creyeras desesperada y sola y te sintieras con el derecho de saber más, saber un gramo más que él y antepusieras siempre la amistad entre ustedes ante cualquier situación.
Diste vueltas sobre tu sala pensando si sería desleal ir a verla o un deber de amigos. Pensaste que la gente debería apagar sus propios incendios o de lo contrario no prender fuego a lo que toca, atenerse a las consecuencias, no dejar que la soledad acabe por vencerlos, o como a ti, la curiosidad que se parece mucho al deseo.
Tomaste el automóvil. Antes de llegar las luces azules del puente te guiaban como una escolta de Ángeles a la orilla del cielo, el mar brillaba de ambos lados y algo dentro de ti era tenue, algo de ti no dejaba de pensar en Pascal, y después tú sucumbiendo de alguna forma a tu propio asedio.
Estuvieron saltando temas. Hablaron de música, con esa complicidad que a Pascal no le gustaría. No te atrevías a preguntarle porque él no estaba en casa. Se rieron de los libros no leídos que uno trae en la cabeza como un recurso para hacerle creer a los demás que puede estar enterado de todo. Hablaron ameno como dos leones alrededor de un filete crudo. Zoé de pronto puso el nombre de Pascal en su boca y tu sentiste un nubarrón que no decía nada de la lluvia, pensaste en que Zoé con peluca rubia podría ser Zsa Zsa Gabor . Que el recuerdo de Pascal hoy era un brillo dividido por un cuchillo y la noche parecía tener dientes.
- Pascal ha contado cosas de mi, tengo miedo que me haga daño-
- ¿ de que hablas?
- Le ha dicho a amigos míos que me voy a morir- te dijo entre llantos abrazándote fuerte. Tu la abrazabas sin dejar de mirar una vieja Postal de Berlín en ruinas donde se alza sobre sus muros una bandera soviética.
" Zoé era una de esas mujeres que no fuerzan las puertas, aparecen de pronto rojas entre paneles oscuros y puede hacer fuego o hielo como un personaje de comic y ojos hentai. Estabas seguro que esas cualidades ni ella las sabía, no era consciente del todo de su peligro, su veneno, el frágil aguamiel que derramaba al caminar desde su ingenuidad de tierra porque Zoé era dulce y era niña"
ResponderBorrarZoé puede ser lolita, me ha encantado Zoé, y tus palabras exactas, para desenredar la naturaleza femenina
besitos.