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Después de aquella noche donde Zoé te contó la historia en la cual Pascal decía sobre su muerte hubo una pausa entre ustedes. Algo se había roto para siempre, existían nuevos ciegos, pero no sabias bien si, tú o ella eran culpables de eso. Preferías pensar en sus ojos hentai cerrándose en tus manos.
Tres días después fuiste con Pascal al Paradero de los Marinos. El puso Sattelite Of Love y te habló de la primera vez con Zoé en un hotel de lujo. No te dio detalles, pero su voz era distinta a las veces en que tu lo sabias enamorado y loco.
Después de aquella noche donde Zoé te contó la historia en la cual Pascal decía sobre su muerte hubo una pausa entre ustedes. Algo se había roto para siempre, existían nuevos ciegos, pero no sabias bien si, tú o ella eran culpables de eso. Preferías pensar en sus ojos hentai cerrándose en tus manos.
Pascal no supo nada de cuando fuiste a su casa días antes. El recién llegaba de una exposición en Carmencita y fue a verte, no tocó el tema de Zoé hasta esa hora donde Lou Reed inundaba el local con su música. Sattelite of love subía a los cielos. Y Zoé estaba al otro lado del bar sentada con un negro que llevaba un sombrero como los de Bob Dylan. Pascal no dejaba de verlos y su cara a cada minuto que pasaba parecía una ciudad bombardeada, era como si un avión descargara ráfagas de fuego sobre el Berlín de las postal del cuarto de Zoé y tú y el fueran hermanos escondidos bajo la mesa mientras caían bombas de una gran guerra.
Zoé se acercó a tu mesa y Sattelite of love seguía subiendo a los cielos. Te besó en los labios en la cara de Pascal y se marchó. Seguían cayendo ráfagas sobre Berlín. Todo el puerto parecía multiplicar el calor, oíste los gritos de algún cerdo millas abajo, las zapatillas de las putas bajo el farol de Playa los Medanos. Había sido como si todos tus sentidos de pronto no entendieran nada. Cerraste los ojos y lo único lucido en tu cabeza era ese puente rodeado del mar oscuramente azul, cerraste los ojos y la única certeza secreta era el sabor aguamiel de la boca de Zoé.
- No sé porque Zoé a hecho esto, Pascal- le dijiste, pero el quedo inmutable. Los dos miraron inmediatamente salir del Paradero a Zoé del brazo de ese hombre de sombrero blanco, alto como un Dylan negro.
No te apures hermano- Dijo Pascal, todo esta bien. – No nos enfrentaremos por un par de Nalgas- te lo dijo en un tono que sabias era un lugar común en un hombre al que algo le duele, recordaste los días en que Zoe todavía no aparecía en sus vidas y hoy sus palabras tenían otro significado.
- Deja que corra, no llegará a ninguna parte, ambos sabemos que morirá y no tengo derecho a acompañarla en ese viaje, ella hace esto para no destruirme cuando se vaya-
Pascal habló durante horas, te dijo que Zoé tenía meses de vida que lo supo un día de tormenta, que no había remedio y ella se lo negaba así misma y lo alejaba. Mientras el se perdía en su charla interior como un desahogo. Tú imaginaste el hospital frío como haz pensado en la paz de tu muerte y cuando Pascal mencionaba la muerte de Zoé tu pensabas en la tuya. Repasaste tus labios sobre los labios de Zoé unos días antes, su cuerpo sobre ti hundiéndose vertiginoso, diciendo tu nombre desde el deseo con una tristeza infinita, con un sentido de amor imborrable desde la clandestinidad, sobre la figura del pecado y del perdón, su cuerpo sobre ti como una rebelión de los cielos, podías sentirla como Pascal desesperada, sombría, tuya, tuya, tuya.
Lou Reed cantaba sobre el destino y el futuro y la noche era profanada por tus pensamientos. No sabías si Pascal era un tonto o tu amigo. Si Zoé era un ángel o una aparición de tus sueños. Pensaste que tal vez ahora Zoé estaría con el negro que se creía Bob Dylan y tal vez mañana te llamaría para decirte que la historia de Pascal es falsa, empezó a llover luego de las bombas y la imagen de la boca de Zoé te hundía en un fango y tú eras un agua sin rumbo. En el puerto existía un sonidero de Barcos aparcando en la tormenta.
Dejaste a Pascal en el Paradero. Condujiste hasta la casa donde vivía con Zoé. Las ventanas seguían cerradas. Una lámpara del puente brillaba sobre el agua. Recordaste que aquella noche que te habló ella había una canción de fondo. Caminaste con las manos en los bolsillos hacia el puente. Caían bombas sobre Berlín y Tom Waits cantaba Day After Tomorrow.
Me gusta Tom Waits y música para analeones.
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