En Veracruz es razonable la locura, para empezar por que son dos ciudades, pero es una sola. Dividida por una calle, un semáforo, una envidia, pero todo es adentro. De un lado el Veracruz sensual para los cultos y los románticos, con su centro histórico y sus sexo servidoras menores de edad a las afueras del municipio, sus papaquis en el centro historico para elegir a la reina del carnaval y el rey feo. Los callejones de oropel, los mercados atestados de personajes ilustres, anónimos y hambrientos. Vecindades tan juntas que no cabe ni la fiebre. Y ahí, pegados, un Boca del Río conurbado y hotelero que se agranda gracias a sus inversiones trasnacionales, su zona costera digna para yuppies y clasemedieros arrogantes con aspiraciones. Las grandes plazas arbitrarias construidas sobre lo que fueron médanos, los fetiches, el cliché y las deidades paganas.
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