1.04.2007

En las zonas marginales sólo alumbran las tripas. Te vuelves el Juan Camaney de la colonia o te quiebran. Te mueres de hambre o robas. Compras un garrafón de líquido limpio o fumas marihuana para resistir sarcásticamente lo imposible. En medio de ellos el gran público. Los asalariados de lo mínimo que hacen milagros con la quincena. Los transeúntes que no prueban el café de la Parroquia. Los que llenan el malecón los domingos tratando de escapar de ocho horas de trabajo diario y monótono. Por no decir que doce, por no decir las que el cuerpo resista o desista. Los que toman su autobús cotidianamente acostumbrándose a la fuerza al “ finísimo” gusto musical de los chóferes. Ese gran público listo para el consumo y las promesas, jugando a la quiniela, a la lotería, a la bolita. Aludiendo a una suerte que todos los días se queda para mañana.

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