12.20.2006

Abue

I.
Abuela, anoche estabas tan delgada que tuve miedo de abrazarte, te veías chiquita. Nube enferma rodeada de hilos y astillas con la matriz desierta, llena de dolores, de muebles que se empiezan a pudrir, y me acordé que un día llegué a tú casa de un lugar lejano, y me recibiste como al primero de tus hijos, y comí el estofado y las lentejas y descansé en tú recámara a la que siempre le ha faltado el sol. Abuela, entonces de madrugada podía cerrar los ojos, no creía que estarías lista para la muerte como has dicho ¿ quién lo esta?. ¿Como se está listo para que desde muy temprano la ausencia nos empiece a doler? Abuela, anoche que tenías el suero puesto y vi por la puerta entreabierta que dormías, me di cuenta no voy más fuerte que la prisa, que no se puede enterrar el tiempo y reír, que no sabré que hacer si un día llego a tú casa y no te encuentro. Comprendí de pronto que a veces es necesario salir de la burbuja en la que vivo, así como tú de alguna manera extendiste los dominios de tú risa y tú paciencia a los peces, a las bancas de concreto, al portón que nunca fue muralla por que me dejabas las llaves siempre al oriente de mi necedad.

1 comentario:

  1. Con bosque y mar, con huracán y brisa, con esa misma muerte que te encierra, de la gracia inmortal de tu sonrisa llenos están los cielos y las tierras.
    Andrés Eloy Blanco.

    Honrar a los seres queridos que se han ido
    desbordando la alegría que nos legaron
    que si no lo hacemos
    las alas que heredamos cercenamos.

    Le deseo Fortaleza
    María

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