2.28.2006

La indiferencia es un deber legitimo como cualquier otro, pero a veces es mejor ser virtuoso por capricho, como si eso de vivir se tratará de ahorrarle a otros la lucha por rompernos y nos preguntamos entonces fugazmente de donde sale tanto acero, tanto comercio ambulante, y tanta capacidad para fragmentarlo todo, para ser y dar mitades.
Como si quedarnos mudos ahorrara el tiempo que nunca nos ganamos para nosotros, como si la prisa nos ahuyentara la necesidad de los besos y los pecados mortales, y nos hiciera sacar ventaja de las maletas que siempre están hechas por si se acaba el mundo mientras dormimos o nos llega la muerte como a los perros de los vecindarios con el piso frío. Por si envejecemos y nuestros hijos nunca lloran nuestra muerte, por si permanecemos solos hablando poco y recordando más.

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