6.22.2009

Cartas Marginales a una triste

13
Helénè, eres tú la que me pides te ame ahora que te haz abierto con todo cuanto eres: famélica, capicúa, púbera, errática, desnuda y cubierta por un impermeable delgadísimo para una lluvia de junio. Me dices a solas eres mía y yo te creo porque es esa la realidad del polvo, la continuidad de la luz bajo tus plantas, porque sabes caminar los hilos delgados, destellar la luz que no puede ser quieta sobre tus párpados y sabes ser invadida por palabras, descensos y hombres a los que expondrías tu intimidad para que te adivinen lánguidamente, casi como una sonrisa y lo harías para que supieran no eres invisible y eres mujer creando oscuridad o ríos, diciendo cosas del cuerpo o la miseria. Y yo Helénè se que contemplas el tiempo como sino lo soportaras y eres ahí donde no te veo, una carne fresca en las fauces de bufones que se hacen los cultos para asombrarte, y tu Helénè, eres impresionable, confidente, dúctil, una niña de tres años entrenando al circo de pronto con tus coletas y tu falda floreada a presenciar la cacería.
Y yo Helénè soy de esos que dicen que lo demás no importa, porque adivino lo que las personas pueden insinuarte cuando desconfías de ti misma y se te duermen los muslos y no ves los cuerpos que en batalla han anticipado una lengua dulcísima para la boca que se vence de ambos. Si Helénè. Imagino que me escribes porque te hace falta mi cuerpo. Imagino soy yo la única ánfora en que te guareces, aunque tal vez nada de eso acabe por ser cierto y sea demasiado para todas las Helénè que llevas dentro. Porque tu cualidad es el desplazamiento, la palidez, la sonrisa desinteresada que no intuye el acecho, la del diminutivo preciso que en otras mujeres sería común, infantil y grotesco.
Pero tu Helénè, eres arbitraria, inédita a pesar del afán de ser una estatua con tendones y órganos, ansiando la gula, la tristeza que acaba por ser eternamente breve, mientras te haces de música, tu acabas siendo la isla de las frutas, llorando en paisajes donde no cabe tu máscara. Despostillada. Reciente. Mórbida. Y yo Helénè me quedo de pronto con esa sensación que me violenta, que podrías llevar una vida secreta lejos de nosotros porque podrían excitarte los triángulos.
Helénè a veces no entiendo el movimiento de tus caderas en avenidas y parques, cuando entras y sales del escondite con tus senos completamente resueltos, la melancolía de los espejos que se vuelven mordaces, tu afán de luz de serpientes, cuando recuerdas a cristo y al demonio y la saliva y el sexo y tu piel que es cierta como un sueño erotizado que son las cosas que tu y yo nada más sabemos. Y yo Helénè a veces no sé si eres mía. Si otra vez estoy solo. Si me haz dejado fuera de la celebración de tu sexo tibiecito, o cada mañana soy el que te contempla desde el asidero, desde el calor y el polen, si sólo soy uno en esa lista de nombres que llevan mi primer letra vulnerable en cualquier sitio, si me amas Helénè, si haz aprendido las vueltas de ese mundo que te he dado como tríptico o si es que no entiendo que a veces eres muda como los objetos, o solamente pequeña o transparente o una visión.

3 comentarios:

  1. ¿Por qué 13? la anterior fue la número 10 y antes los números eran pares.

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  2. Y que puedo decir si suelo callar y sólo leer...

    ...Si aquí en éste blog he encontrado "al alguien" del cual ser vouyer, pero hoy me ha motivado a comentar Helénè, como en su momento fue el padre inventado y como siempre me incita cada uno de los fragmentos de "me gusta", sólo que ésta vez lo he materializado.

    Gracias buen autor, por dejar a mi perfecto acompaante nocturno en estas letras.

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