Este soy yo tirando piedras lizas sobre el agua, mientras posiblemente tú crees que pueda seguir el mismo Antonio debajo de las uñas. Hoy debo vivir en aquella soledad del otro con una piel que sube y baja hasta fragmentarse, dividirse, mutar al fin y no sabe que hacer con la vida y con la sombra. Este soy yo apuntando al cielo como una bala perdida nuevamente , entrando a los días con la luz en elementos por los que tú no temblarías y son las manos sucias, temblorosas, los caminos lejos del azul y de la nube, la mujer distinta que ahora conozco y es de arcilla y de sangre, capaz de ponerle lumbre al techo de las casas para hacerlas nuevas con olor de hogar y de parir, la versión de este temblor que es irse quedando con el otro lado de la patria, sin amigos, sin amores, ese conjuro o sabotaje que siempre supimos era el viaje para hacernos reales un día.
Este soy yo en un terreno que no me atrevía a andar del todo, porque se trataba de ti también, del espacio al que sólo podía decir no hay, de las estaciones que podían pasar sin aviso y sin cerrarse porque todo terminaba por menguar, sin decir de que manera nos faltó entero el corazón y ahora este soy yo: ritual y tierno, el sol de no importa donde, el hombre de la casa verde, el niño de las fotos sepias, el perro lánguido que cree el mar o la montaña podrán salvarle de la rabia, profundo túnel de espiral y agua.
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