11.29.2007

Podalirio . . .
Luego de llover las calles no son más allá que una fotografía de cualquier paisaje extranjero del este de Europa o del sur eterno de la Calle de Corrientes y sea cual fuese el lugar donde quede mi cuarto siempre hay repisas con dibujos, paredes rojas, filtros de agua clara depositados en jícaras totalmente lizas, vitales pedazos de madera donde quemo amento, guardo frío, guardo licor , guardo las texturas y el acrílico y a veces bailo descalzo con esa extraña condición de fiebre de los precursores de su mismo exilio. Le hace falta luz a ésta memoria, concluir los sitios, hacer algo con el aire de las maletas de todos los aviones, de todas las estaciones erguidas como vidrios sobre las calles céntricas de todas las ciudades, llegar a los paisajes media noche antes del diluvio para poder cambiarle el sentido a los vuelos, la forma de llegar a casas extrañas a que reconozcan el peso de mi cuerpo y el tuyo que también estas cambiando al este.

Adentro pienso que voy siempre hacia las costas, que me toca la distancia de por medio y por eso dejo para ti las llaves de mí piso en los lugares obvios, aunque nunca vengas por que no me encuentras el rastro, aunque nunca pueda hacerte el desayuno continental que me sale tan bien, porque no sabes de todos los cambios que tengo como el clima, que a mis habitaciones siempre se ha tenido que entrar descalzo, cerrando los ojos, ya sea en Sebastopol o frente a los patios de todo mi país que siempre se llaman Parque Juárez o allá en el cielo sobre el cual te alzas.
Son muchas las volcaduras hasta ahora y no sé si hoy sea el hombre que tu amas. Me hacen falta líneas, he roto cartas, escribo menos, dibujo más y donde voy hay una larga lista de personas que me llaman, ya me callo cuando advierto hay demasiado espacio para que entren cuerpos, no sé porque me acuerdo mucho de la abuela por las noches, o me da por mirar las estampillas del cristo del buen viaje que me dio mi madre la última vez que estuve en su casa, me acuerdo de las piedras de Tatlin sobre los viejos muelles y a veces creo que me parezco a esa vieja foto de Paul Nash donde el tipo del sombrero parece tomar entre sus manos un relámpago cautivo. Luego de llover soy todas las ciudades, los nombres de leche, las prisas, los bares con sus bastardos y sus muertes.

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