El cielo queda lejos de ésta casa.

¿ Volverás ? Ante la pregunta obvia de dos que de algún modo se resisten a despedirse casi siempre el silencio acaba por deshacerse en el paladar y las manos, y es que las despedidas son un ritual para fantasmas, querer quedarse con algo que no se nombra, que no se dice, que se hace tarde como la vida golpeada por la tierra. ¿ Qué no somos otra cosa que el repaso de los lugares abiertos? ¿ Qué no sabes que el cielo queda lejos de ésta casa?. ¿ Volverás? Como si al volver uno no hubiera incorporado al cuerpo la semilla extraña, el presagio difícil, la fuerza de todo lo que fuimos, el olvido mismo. No somos otra cosa que los pies cansados que a veces regresan para mirar y sentir los nombres en la boca y los ojos cerrados al oler, a habitar el agua de la edad perdida, del amor dejado, la envoltura de ese brillo que es la nostalgia que sabe el mundo no puede ser nuevo.

¿ volveremos? ¿ Que no ves que ahora soy otro? ¿ acaso volver no es levantar el polvo que dijiste que serias? . Volver es dejarse llevar por la corriente, pronunciar un ensayo sobre nosotros los que quedamos como llamas bajo el día, para instaurar la necesidad del otro, para nosotros mismos, porque siempre se recuerdan las batallas, incluso las perdidas en desgano, ¿ volveremos? Cuando lo preguntas no te das cuenta que la vida y el tiempo son avalanchas para los demasiados cuerpos que tenemos de fondo.

¿ volverás? Me pregunto y te preguntas en silencio para no decir con tensión que no se puede cambiarle la piel a la pantera, y es que volver no es otra cosa que querer el calor prensado. Resistirse al cambio persistente de los huesos, sugerencias de paisaje que involucren el azar hasta extinguirnos.