10.23.2007

El tiempo al parecer se ha vuelto presentar la vida frente al pelotón de fusilamiento con el pecho descubierto para ocho rayos como balas, sin importar si se es de aire o de agua, sin saber de que están hechas las sombras que desprenden las costillas, cuantas veces fue Chiapas el niño hambriento o se descompusieron camionetas rumbo a Centroamérica con las alas en las mochilas. Sin que importe cuanto quede de los restos de la casa y de la hierba.

El tiempo es según acabar en los giros, sin importar cuantos viajes hay en estas piernas, cuando queda del polvo de Tijuana, del desierto del Sásabe, del frío de Toluca o la ausencia de Mont- Royal, sin importar cuando quede de Oaxaca y las serpientes, del Puerto y las raíces, del DF que dura tantos días, de Pientra Neamt llena de serbias con sus senos blanquísimos, de los vuelos al caribe que siempre terminan en marino o de Guadalajara y las luces tenuemente heridas, o Buenos Aires que siempre quedó más lejos que la luna, del Madrid de celofanes con el tren que acabo por llevar a nadie y la Habana vieja con sus treinta noches y Caracas a la que siempre le hace falta ella.

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