2.28.2006

A veces no quiero ir a ningún sitio, ni regresar de ningún lado, y me detengo en ese enemigo viejo de la noche que son los niños rezándole al ángel de la guarda, acomodando con esmero el regalo para el ratón de los dientes. Lejos, tan lejos de los suburbios y la orina., diciéndome con sus manos pequeñas los ángeles no han muerto.

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